Contraseñas para Andrea Abello
"Duende", su primer libro de poemas, inventa —en todos los sentidos— un mundo.
📷 Andrea Abello, por Inés Abello Collados.
1. Lectura. Andrea Abello inventa un mundo en Duende. De manera literal: un espacio físico, «cimentan en mí los acontecimientos de los últimos timbales», reverberando en un espacio simbólico, «en el hueco de las cosas celebradas». En este libro de poemas se cuenta una historia. La historia la cuentan personajes, la cuentan las voces que representan a esos personajes, la cuenta el mundo mismo que se inventa, y que también habla por sí. Cuál, qué, por quiénes: eso nos toca descifrarlo.
2. Escritura. Estos poemas transmiten una alegría profunda: incluso en sus tramos más oscuros, aquellos en los que la sintaxis se quiebra o el ritmo se niega a la pausa e impone la urgencia de decir, cuando leemos a Andrea Abello tenemos la sensación de que disfruta escribiendo, de que le entusiasma escoger qué decir, cómo, una palabra frente a otra, una imagen frente a otra. Por la apertura —por la anchura— de sus textos, me impresiona su generosidad; también su valentía, «tan vacía de mandrágoras de piedra».
3. Lenguaje. Uno de los encantos de Duende residen en la voluntad lúdica del lenguaje. Decía justo eso, y vuelvo ahí: a una poesía en la que el idioma equivale a misterio, cómplice en las posibilidades de todo lo que rodea a la palabra misma; más allá de la cáscara del significado evidente, todas las muchas sugerencias que la palabra nos transmite. De ahí el bendito desconcierto cuando Andrea Abello nos obliga a replantearnos qué leemos, o más bien por qué nos empeñamos en leer de una manera, cuando existen tantas otras posibles.
4. Lengua. Esta cita en la que Hélène Cixous habla —sin saberlo, o no— acerca de Duende: «Hay una lengua que yo hablo o que me habla en todas las lenguas. Una lengua a la vez singular y universal que resuena en cada lengua nacional cuando quien la habla es un poeta. En cada lengua fluyen la leche y la miel. Y esa lengua yo la conozco, no necesito entrar en ella, brota de mí, fluye, es la leche del amor, la miel de mi inconsciente. La lengua que se hablan las mujeres cuando nadie las escucha para corregirlas.»
5. Tradición. ¿De dónde surge la escritura de Andrea Abello? Esta pregunta incluye el asombro —cuánto necesitaba, quizá sin saberlo, leer estos poemas— y esconde la trampa, porque en cierto modo le niega vínculos con quienes le preceden. Abello menciona a H.D., a Blanca Andreu viviendo en un Chagall, a Sophia de Mello viviendo en la antigua Grecia. Yo me regodeaba en esa posibilidad de una épica femenina, en la escritura de las heroínas alimentadas de la leche y la miel de Cixous, que Duende propone en Duende.
6. Folclore. Una de las referencias de Duende arraiga en la cultura popular, en los saberes compartidos que se transmiten de generación en generación: las historias dichas junto al fuego, las canciones oídas mientras se trabaja; esa posible épica femenina. También los cuentos de buenas malas noches, en los que se mezclan lo ingenuo y lo perverso. Ese tono —«me conquisten este reino la pólvora y el heptápodo»— impregna los poemas de Duende, permitiendo que el sueño de la imaginación produzca monstruos.
7. Personaje. Duende es Duende. No sabemos quién; no nos importa. No sabemos qué; no nos importa. Se escucha a otros personajes: Marduk, o «voz eco sin nostalgia de arroyo», o ella que «muere morirá». Andrea Abello —alegría profunda, juego libérrimo, bendito desconcierto— huye de lo que se supone: no se trata Duende de un libro de poemas al uso, con su trazadito lírico y su temática acotada, sino que se propone ensanchar los límites del «libro de poemas al uso». Inventa un mundo. Inventa a Duende. ¿Quién es? ¿Acaso tú, que estás leyendo?
8. Lugar. «Es primavera, tiene que ser así.»
Un poema de Duente (Ultramarinos, 2021), de Andrea Abello:
Primer prefacio a Duende
Dirige a la oscuridad de la selva el grito: ¡Yo no soy duende! ¡Tú eres el duende!, y el duende responde, su forma entera distorsionada por la risa: ¡No, tú eres Duende!, y Duende queda nombrada. Cuerpo de boggart, Duende es de légamo blanco pero verde y oscura, Duende es severa y esquiva y no le gustan las bromas pesadas y Duende, para huir del duende, se transforma en Duende. Duende es excepcionalmente concreta, tanto que todo lo que no es Duende es repelido por su piel, como los nenos lanudos de la xana. Duende es lo que queda, desencajado, después de un hurto, y es extremadamente sensible, detesta la repetición. Duende no es una mujer, ni una niña, pero su estado habitual es el de la, y por eso la llamamos. Yo no soy Duende, aunque a veces me gustaría, como me pretendo océano o estatua y no funciona, su piel peluda me acalambra. Duende no me quiere ni tampoco quiere al duende, a veces corre fuera de los caminos y a veces se agazapa como recién dejada a espaldas del ángel. Cuando digo caminos digo senderos bordeados de zarzas, los bosques donde crecí pero un poco sí me los inventé. Cuando digo Duende digo algo o alguien que poco a poco se transforma en el duente y se aparta del duende. Duende es de quien hablo cuando me exijo no hablar de Marduk, cuando me exijo no ser la gran serpiente, cuando vuelve y me pregunto cómo salir del estrato brillante. Duende es todo lo contrario a un fantasma. La vi cuando aquel perro se me tumbó en los pies. Para verla hay que dejar de tocarte el brazo por donde tu piel te delimita. Hay que ver cómo no decir tonterías. Duende lo dice todo muy en serio y no entiende por qué el duende quiere jugar con la. Duende no entiende al duende, habla como los bebés, no sabe hacerse la tonta, no sabe mentir, no le sale jugar con lo que dice cuando no va en serio y yo tengo que demostrar que no es tremendamente aburrida. Duende se enfada rápido y no es el arte ni la poesía, no es alegórica, Duende es un duende, Duende es un duende y el camino es un camino y quiero que lo toques porque te está tocando: a eso me refiero. En Duende no hay connotación. Vosotros, los que no somos Duende, tienen que entender. Duende da miedo, a veces, por lo mismo que los niños que no saben que son fantasmas, y no quiero fingir que la veo, que está conmigo, pero no quiero mentir, no puedo jurar con su boca.
Andrea Abello (Mieres, 1997), en sus palabras:
«Mi educación sentimental estuvo atravesada de fantasía y creación colectiva. Nací en 1997 en Mieres (Asturias) y los primeros años de mi vida se llenaron de incursiones literarias en lo fantástico. Volúmenes de cuentos populares, cuentos de los hermanos Grimm, libros de criaturas del folklore, películas de Disney y chicas mágicas en la televisión. De adolescente, puros monstruos góticos y largas conversaciones virtuales. Cuando, con dieciséis o diecisiete años, leí a Alejandra Pizarnik o a Sylvia Plath, la poesía se transformó para mí —como para tantas otras chicas— en una forma de expresar algo que de otro modo quedaba sin poder decirse. Algo se levantaba en sus palabras; un mundo, para mí, no tan diferente a los de bosques y criaturas en los que vivía de pequeña. Durante los cuatro años de grado de Literatura General y Comparada en la UCM busqué esos mundos levantándose, y los encontré en los lugares más dispares. En el Enuma Elish, La vida es sueño, el Círculo de Jena; en Lord Chandos, la desautomatización de Shklovski, el análisis estructural de los relatos, La farmacia de Platón; en Sophia de Mello, en Blanca Andreu, en Emma Villazón. En H.D., autora a la que he dedicado la mayor parte de mi investigación. Es complicado hablar de referentes sin terminar haciendo una lista larguísima, pero las redes literarias, del tipo que sean, han sido esenciales en mi escritura. Madrid me acogió lleno de literatura y de los brazos cariñosos y creativos de mis amigas.
Cuando empecé a escribir Duende, ya en el doctorado y post-confinamiento, vivía en un piso pequeño y muy lejos de muchos seres queridos, así que ese universo expansivo y celebratorio fue mi refugio. Estaba en un curso online de Berta García Faet, autora admiradísima que, para mi suerte, se interesó por mi Duende. Asistía conmigo al curso Juanpe Sánchez López, querido amigo y compañero de escritura que entonces perfilaba Desde las gradas, que saldría unos meses después. Allí descubrí —re-descubrí, tal vez— que mi pasión por el lenguaje, por la experimentación con el lenguaje, tenía su raíz precisamente en todos aquellos juegos infantiles; en el habla de mi casa, asturiano-manchega; en una sensibilidad extrañada hacia las cosas.»
📚 Puedes conseguir un ejemplar de Duende en Todostuslibros.com, la web de las librerías independientes.
🔎 Andrea Abello tiene perfil en Instagram. En el canal de YouTube de la librería Alberti puedes ver la presentación de su poemario, acompañada por Juanpe Sánchez.
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🗓 El jueves 23 haré todas las preguntas posibles a una de mis escritoras favoritas, Aloma Rodríguez, sobre su nuevo libro: Puro glamour, publicado por La Navaja Suiza. En Tipos infames (Madrid), a las 19h.
💌 Enviaré la próxima cartita el martes 4 de abril. Mientras tanto, te deseo mucha salud, alegría y tiempo para leer buenos libros.