Erika Martínez: todas las puertas abiertas
Notas de asombro y entusiasmo ante “La bestia ideal”, su imponente libro de poemas.
📷 Erika Martínez, por Lucía Martínez Cabrera.
Imponente: «que impone», en primer lugar, y luego «formidable, que posee alguna cualidad extraordinaria.» Imponer amplía en mucho sus significados: obligación, enseñanza, respeto o miedo o asombro, dinero y nombre, victorias y poder. Todas estas sensaciones las recoges conforme lees a Erika Martínez, igual que las miguitas de pan con las que el niño del cuento señalaba el rumbo a casa. La bestia ideal (Pre-Textos, 2022), su libro de poemas más reciente, uno de los más brillantes de cuantos leí el año pasado —mi favorito, al que regreso de continuo—, funciona de ese modo.
Existe un camino, o su acción: alguien camina. Existe también un movimiento entre lugares geográficos, simbólicos. Existe un punto de partida y otro de llegada, no de fin. También sus extravíos y sus lejanías a las que mirar, curiosa, y en las que permanecer un rato. Quizá algunas de esas migas hayan servido de alimento para pájaros, y recurras a la intuición para el paso siguiente. Erika Martínez lo anticipa todo, todo lo prevé, y sus poemas los siembra de certezas pero sobre todo los brota de herramientas para alcanzarlas. Lo sabe todo, pero nos lo desvela: duda con quien lee, le acompaña buscando eso que busca.
Existe un camino con obstáculos, claro, y distracciones. Escribe Erika Martínez en “La nota adicional”: «La historia oficial / tose dentro del túnel y alguien abre una puerta. Yo quiero retraerme, darle paso a la música, pero empieza a estorbarme ese ruido. / ¿Se puede saber de dónde sale? Por más que aguante la respiración, siempre se escucha a una mujer rechinando los dientes detrás de la palabra.» Para ese movimiento, Erika Martínez abre las puertas —todas—, y nos asoma. La bestia ideal es un rotundo libro político, un imponente libro político. Sus tres bloques rondan una idea, o al menos pienso en esta idea al pensar en este libro: lo que somos —identidad, pensamiento, lenguaje, cuerpo— ante la domesticidad del mundo.
La bestia ideal, el animal —en femenino— que soporta la carga y carga la fantasía, que no sabe pero que enlaza con el adjetivo del modelo, la creencia, que existe en la reflexión, de lo corpóreo a lo que no se puede asir. “Economía del don”, de tramo doble, aborda lo cotidiano ideológico: amar como acto ideológico, trabajar como acto ideológico, y escribir un poema —para qué sirve la poesía— como acto ideológico. “Santiago” se interroga acerca de lo nacional —sea lo que sea: Erika duda con quienes leemos, nos acompaña— y otorga rasgos nuevos a la poesía histórica. “El nunca se acaba de los cuerpos” trenza algunas de las cuestiones primeras —amar, trabajar, escribir un poema— y piensa en lo que viene. En cierto modo, La bestia ideal también se lee como un libro sobre el tiempo: el presente, el pasado, el futuro. Lo que se construye. Lo que se recupera. Lo que se perdió. Lo anhelado, lo posible.
La posibilidad de una poesía política, la posibilidad de una poesía al mismo tiempo emocional, la posibilidad de una poesía que acoja el gusto por la idea, la exigencia del símbolo, «la justicia es una forma de belleza»: alumbraba ya sus libros anteriores, los poemarios Color carne (I Premio de Poesía Joven RNE, 2009), El falso techo (2013, traducido al italiano) y Chocar con algo (2017, traducido al alemán) y Lenguaraz (2011), de aforismos, todos en Pre-Textos. La bestia ideal (2022) abarca mucho más de lo que explico en estas líneas, qué generoso en matices, en rincones para quedarse ahí, en un poema, durante mucho tiempo, y regresar luego, más tarde —otro día, otra semana, al mes siguiente—, y descubrir nuevas vetas.
(No sé si hago justicia a la altura inmensa de su literatura. Cada nuevo libro suyo lo recibo como un acontecimiento, con la expectación de qué mundo en el mundo me revelará. Quisiera su lógica, su disposición ante el lenguaje, su ritmo y sus metáforas, sus lecturas. Leer a Erika Martínez me despierta las ganas de escribir.)
Un poema de La bestia ideal (Pre-Textos, 2022), de Erika Martínez:
Erika Martínez (1979), en sus palabras:
«Soy una poeta pedestre. Me conduce una inclinación física, alguien diría que patológica por el suelo. No me gusta viajar en barco ni en avión, detesto los zapatos. Hasta los veinte años, viví en una casa de pasillos interminables que atravesaba unas veces reptando y otras a cuatro patas. Siempre que me lo permitieron, comí agachada junto a la mesa; sigo haciéndolo entre amigos. Escribo donde sea. Para corregir, disemino los poemas por las baldosas más que frías de mi escritorio, hasta convertir la habitación en un tablero. Salto de un folio a otro, los tacho, los barajo, los cierro como un acordeón y vuelvo a esparcirlos. Hasta que la estructura del libro toma forma. O desisto, porque escribir se interrumpe.
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Ser mujer es una parte cardinal aunque no mecánica de mi escritura: puedo impostar la voz de un agricultor vietnamita del siglo XVIII o meterme en la piel de Napoleón sin olvidar desde dónde escribo. En el conflicto entre yo y mi impostación nacen los poemas, porque el género nos atraviesa pero eso no quita que podamos trabajar con él de la forma más heterodoxa y oblicua posible, entregándonos cuando hace falta a la retracción utópica de la identidad.
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Tengo una relación muy neurótica con mi propia voz. La coloco mal, me quedo afónica, la llevo siempre como fuera sitio. Mi escritura le debe mucho más a esto que a ninguna de mis dudosas capacidades y talentos.
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No se escribe desde lo que se tiene (tus virtudes). Se escribe desde la falla.
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A veces fantaseo con una casa diseñada y amueblada para impedir que te acomodes. Una casa que mantenga tu intimidad en tensión política, emotiva, de pensamiento. La poesía tiene algo de esa intemperie bajo techo.
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El poema que persigo acepta el tú y el yo como realidades precarias, inestables. Abraza nuestro ser en compañía sin arrogarse el derecho a hablar en nombre de otros. Avanza con torpeza en su conocimiento del mundo, exponiéndose a la confusión, la inseguridad y la neurosis, a la violencia que entraña todo proceso de conocimiento y que entraña de hecho la vida.
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Para escribir (¡y, cómo no, para leer!) encuentro mucho más útiles los lapsus que los dogmas.
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Me interesa la realidad vecina pero también aquello que la palabra no logra nombrar, el paisaje de lo que falta. Un poema no es para mí la sombra de ningún ideal, sino de algo que podría llegar a ser.»
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🔎 Erika Martínez tiene perfil en Instagram. No te pierdas este recital suyo disponible en YouTube.
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🔈 La semana pasada se publicó mi libro Erudición sobre hormigas y rositas, un breve ensayo sobre libros, y mujeres, y libros escritos por mujeres, en Editorial CSIC. Puedes descargarlo gratuitamente en este enlace. También habrá versión en papel, y en librerías, muy pronto.
🗓 El jueves 4 de mayo, a las 19.30h, os esperamos en la librería La Fabulosa (Madrid) para celebrar Las lectoras de Teresa. Postmística femenina en la literatura latinoamericana del siglo XX (Verbum), el nuevo ensayo de Almudena Vidorreta. ¡Qué honor acompañarla!
💌 Enviaré la próxima cartita el martes 9 de mayo. Mientras tanto, te deseo mucha salud, alegría y tiempo para leer buenos libros.