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Margo Glantz y Tamara Kamenszain: la novela de la amistad
Literatura, vida, la misma cosa: una lectura de "Ya te llegará", el volumen con la correspondencia entre las dos escritoras.
📸 Ciudad de México, 1998: Margo Glantz y Tamara Kamenszain. He tomado la fotografía de este artículo en Clarín.
El 22 de julio de 1997, Margo Glantz pregunta a Tamara Kamenszain: «¿Tú qué escribes?». Se trata de una carta; no existe la posibilidad de una respuesta instantánea, así que continúa: «Yo empecé otra novela. Ya llevo algunas páginas, aunque a veces y sin quererlo empiezo a resbalar peligrosamente por el camino que ya he trillado, creo con todo que puedo salvarla». Con «más cariños y recuerdos para todos» termina Ya te llegará, el libro que reúne la correspondencia que mantuvieron Margo Glantz y Tamara Kamenszain entre 1984 y 1997. Kamenszain y su familia —su entonces marido, el también escritor Héctor Libertella, y su hija mayor, Malena— se exiliaron en Ciudad de México en 1979. El contacto entre ambas surgió porque sus padres se conocían, y Glantz significó para Kamenszain una referencia cercanísima, íntima; en sus cartas suele retomar los buenos momentos compartidos. «Esa hospitalidad no se olvida nunca... Vos ni sabés lo que significa», confiesa Kamenszain el 30 de diciembre de 1991, evocando el primer Año Nuevo en Ciudad de México, acogida por Glantz. Kamenszain y su familia —ya con Mauro, el hijo pequeño, nacido allá— volvieron a Buenos Aires con el final de la dictadura, y desde entonces ella y Glantz —en las cartas «Margo», «Marguito», «Margotito», «Tamara»— mantuvieron el contacto gracias a algunas llamadas telefónicas, algunos encuentros, estas cartas. El correo electrónico sustituyó los envíos, e interrumpe el epistolario.
Eterna Cadencia publica Ya te llegará, con edición a cargo de Leonora Djament, Cynthia Edul, Florencia Garramuño, Mercedes Halfon —albacea literaria de Juana Bignozzi, y directora con Laura Citarella de ese documental bellísimo que es Las poetas visitan a Juana Bignozzi— y Malena Rey. Firman un prólogo y una nota introductoria breves pero sustanciosas, que permiten a quien lee situarse en dos contextos: el de escritura de las cartas y el de composición del volumen. Inventariando la biblioteca de Tamara Kamenszain, fallecida en 2021, encontraron un puñado de cartas «en un cajón detrás de su escritorio, (…) separadas con una bandita elástica. (…) Mientras que el resto de sus cartas no tenían un orden preciso, las de Margo [Glantz] estaban ahí reunidas en alegre montón, señalando con más énfasis su existencia». Con o sin premeditación, ese gesto de Kamenszain “impuso” este libro, completado con las cartas que Glantz recibió y que se conservan en Princeton.
Glantz y Kamenszain iniciaron su amistad cuando habían ya publicado sus primeras obras —Glantz con mayor recorrido, por cronología—, obtenido premios y críticas entusiastas, etcétera. Estas cartas muestran la década de consolidación de su trabajo, y revelan el esfuerzo titánico por lograrlo: una buena parte del intercambio aborda las dificultades que rodean no a la propia escritura —decidir qué y cómo: las notas al pie señalan a qué libros se refieren—, sino a las circunstancias externas que la posibilitan o la impiden, cuando por trayectoria y reconocimiento apenas debieran haberse preocupado más que de escribir. El tiempo del que se dispone, el dinero del que se dispone, el apoyo del que se dispone. En su primera carta, el 24 de junio de 1984, Kamenszain confiesa: «Se trata de aprender una nueva forma de vida y en eso estamos». Alude al regreso del exilio, pero en la última página —«más cariños y recuerdos para todos» de parte de Glantz— comprendemos que abarca mucho más.
Glantz escribe más: en frecuencia, en extensión. En una carta que envía en noviembre de 1986 desde Londres: «No escribo, no pienso, no siento cabeza, pero me divierto. Ya vendrá el día en que la escritura que en fin es tan sagrada recobre su sitio en el árbol de la vida». A su regreso a Ciudad de México, el 10 de noviembre de 1988: «He decidido quedarme a vivir en mi casa, ordenar mis libros, escribir una obra maestra, viajar de vez en cuando pero pasarla tranquila si las revoluciones no me impiden ese pasar dolce far niente, o far algo pero no demasiado porque ya estoy cansada de tanta burocracia y corredera». Con el tiempo, el problema se mantiene: entre mayo y agosto de 1991, cuenta de nuevo que «trabajo mucho, no termino nada, no me dedico a la literatura, sino al ensayo, hago miles de planes, recorro los caminos, doy conferencias, me angustio y se va la vida, pero no es el león como lo pintan, las cosas se arreglan, se divierte uno, vienen los amigos, etc. (...)».
Kamenszain escribe menos. Frente al discurso expansivo de Glantz, ella concentra lo que dice. En su carta del 30 de diciembre de 1991: «(...) este vicio de querer desesperadamente escribir cuesta muy caro y uno vive pagándolo. Nuestra situación económica está caótica». En muchas ocasiones se refiere Kamenszain a los vaivenes financieros de Argentina —le preocupa ya no cómo escribir sino cómo sobrevivir, se resiste a un segundo exilio cuando le plantean la docencia en Estados Unidos— o a la convivencia no siempre fácil con otro escritor. Glantz también dirige algunas cartas a Héctor Libertella, y Kamenszain informa en las suyas sobre los avances de la obra de él: «fue el año de los premios, Héctor el Rulfo, yo el Nacional de Ensayo, por suerte la repartija es equitativa y así la pareja sigue más o menos estable» (20 de diciembre de 1986).
Ya te llegará es la novela de la amistad. No se salta de la literatura a la vida o de la vida a la literatura: se conciben como un todo único, la misma cosa en las vidas de las dos. En una carta —¡en un párrafo!— se entretejen las referencias a la escritura —los libros que se han escrito, que se están escribiendo, que se quieren escribir—, a la familia y al entorno, a una misma. No se confunden las escritoras Glantz y Kamenszain con las amigas Margo y Tamara, porque no existe distancia: Margo Glantz, Tamara Kamenszain. Una frase la comparte una madre que informa sobre las vicisitudes de su hija, el siguiente párrafo lo afronta una lectora exigente que valora el libro que recibió. Kamenszain, el 24 de junio de 1984: «La lengua en la mano nos fascinó. Ese estilo tuyo saltarín y elegante, esa manera de decir con desparpajo cosas pesadas». Glantz antes, en noviembre de 1986: «¿Cómo van los padres, los hijos, la recuperación? etc. Escriban, les mando mil besos, manden sus libros, o un beso, también». Intentan sacar adelante su obra mientras los hijos crecen y los nietos nacen y los padres mueren y los amigos enferman, las relaciones se terminan, se enfrentan a terremotos y crisis económicas. Se recomiendan lecturas y comentan libros ajenos, trazan un mapa de afinidades que es también un mapa de la literatura latinoamericana de finales del siglo XX. Cuando transcurren meses y años sin cartas, quien lee espera que se hayan encontrado de una u otra forma; qué divertidas las «tretas» de Glantz para conseguir una invitación a Buenos Aires.
Me impresionó que las cartas reflejaran la escritura de cada cual: la prosa gozosísima y juguetona de los libros de Margo Glantz —su balsámico sentido del humor: «Dime también qué quieres de este país, excepto tortillas», el 8 de junio de 1990—, ligera y honda a un tiempo, se desarrolla también en las cartas que envía; las de Kamenszain las envuelve ese tono preciso de su escritura, a veces seco y afilado —cortaban, dañaban sus poemas—, la reproducción de la oralidad consciente del artificio imposible, su sintaxis rigurosa y exigente. El lenguaje de los libros de cada una se refleja en el lenguaje de las cartas de cada una, aunque no buscasen la publicación; sin diferencias, también subrayando la falta de impostura de su obra, su total honestidad. Ya te llegará se disfruta si se ha leído a Kamenszain y Glantz —sus logros los admiras más, incluso—, y despierta las ganas de regresar a su obra, de homenajearlas entre las páginas por las que tanto se esforzaron. Despierta las ganas de leer, también las de escribir: las de vivir, al fin y al cabo.
🇦🇷 Estoy en Buenos Aires, participando en la residencia de escritura de Malba y AC/E. Mañana miércoles 9, a las 19h, dialogaré en Malba (Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415) con la escritora y periodista Ivana Romero, y el jueves 24, también a las 19h —es necesario inscribirse: info@edicionesampersand.com—, hablaré sobre mi biblioteca en la sede de Ediciones Ampersand (Cavia 2985). También poesía: la editorial Llantén convoca el sábado 19 —a las 19h— a una lectura y conversación con Dolores Etchecopar y Susana Villalba, en Multiespacio JXI (Gascón 1474). Todas con entrada libre y gratuita.
📻 Cada sábado de verano, a eso de las 12.55h, suministro una píldora de realidad en A vivir que son dos días (cadena SER). La segunda puede leerse y escucharse en este enlace. Muchas gracias a Lourdes Lancho y su equipo por la confianza.
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