Mayte Gómez Molina sabe del iceberg
Su poemario "Los trabajos sin Hércules" apunta a las precariedades, y se sustenta en mucho más.
Un libro —un buen libro— se mira igual que un iceberg. La primera lectura —los poemas que saltan al hojearlo, las páginas iniciales— muestra el tono y la ambición, pero avanzas sabiendo que esconde mucho más. Los trabajos sin Hércules se abre con varias reescrituras: el mensaje de rechazo en una web de ofertas de trabajo, las notificaciones y los titulares sobre búsquedas de empleo, las solicitudes, la carta de presentación. La punta del iceberg, la escarcha descubierta: se trata de un libro sobre la precariedad laboral. «Hay un trabajo antes del trabajo», y Mayte Gómez Molina continúa, y continúas con ella, y asumes que sus poemas reflexionan sobre la dificultad de encontrar un empleo con unas condiciones dignas, y todo lo que conlleva: la inestabilidad material que deteriora nuestras relaciones, eso que no se tiene y que pudre y daña lo que se intenta, la vida imposible. «La felicidad de los demás / me es imposible / Estoy demasiado cansada».
Pero el iceberg: el hielo que enraiza en el agua, un libro sobre eso y sobre más. En ese momento se transforma en otro libro: cuando el hielo y la escarcha se mantienen ocultos a la vista, pero revelándose a nuestra consciencia. Los trabajos sin Hércules piensa sobre la precariedad, sobre las precariedades, sobre la podredumbre del mercado laboral y del sistema capitalista, sobre la condena de la clase social —si la que te corresponde es la trabajadora— y los límites que nuestras circunstancias imponen a nuestra biografía. Pero la reflexión de Mayte Gómez Molina se ensancha a otros ámbitos, se erige sobre una voluntad social que subraya su propia reivindicación para contar mucho más allá. Lo advierte: «Yo soy mi piel, pero la excedo». Yo soy mi currículum, los estudios y los másteres, los premios y las becas, los empleos de mierda: pero también soy otra cosa, soy otra cosa sobre todo. Soy yo misma, soy mi familia, soy mis amores y mis amistades, «Yo soy a través del otro / era un pato un jazmín la / televisión / esa chica que, / a la vuelta del colegio se para a robar un limón // Era todas esas cosas / hasta que me has mirado».
Mayte Gómez Molina maneja una inteligente sintonía de tiempos: su desencanto traspasa generaciones —la precariedad no se vincula a fechas de nacimiento, sino que apela a la clase más que al tiempo—, y arraiga hondo en el presente. Con poemas como el primero del bloque “La hidra de Lerna” («¿Quién nos va a volver a enseñar a no hacer nada?») o el ciclo entre las páginas 54 y 60, en el que se expone si resulta posible la construcción de una identidad propia cuando nuestra identidad se vincula a nuestra capacidad de producción: hemos dejado de presentarnos según quienes o lo que somos, sino que nos conocen por aquello que hacemos. Una vez más: soy yo misma. «Me niego a convertirme en un complejo industrial / donde se fabrican cosas que nadie compra / y todos venden // El progreso se cimienta en tu cansancio».
Me entusiasmó este libro inteligentísimo por la manera distinta —no quiero decir «nueva», no quiero decir «fresca», basta ya— en la que plantea asuntos que en apariencia ya nos sabemos —la búsqueda de empleo, las condiciones laborales—, vinculada sobre todo a su propuesta estética. Al leer a Mayte Gómez Molina pensé en la crudeza de Sharon Olds, en su escritura frontal y descarnada, también precisa y llena de cuidado; una escritura clara basada en el símbolo, de intensa potencia plástica y también oral —sus poemas se escuchan, se miran—, con imaginarios que crecen y se nos revelan conforme avanza el libro: los animales, la mitología... Parte de un bagaje cultural muy amplio que no apabulla ni se exhibe, sino que se integra con naturalidad en esta reflexión de hondura política, de hondura emocional, tan generosa en matices y lecturas y relecturas. Todo lo visible y todo lo invisible. Mayte Gómez Molina sabe del iceberg.
(Mayte Gómez Molina ha ganado el Premio Nacional de Poesía Joven “Miguel Hernández” 2023 por su magnífico Los trabajos sin Hércules, que ya había obtenido el Premio “València Nova”. Ya habíamos preparado esta cartita para enviarla en las próximas semanas: qué mejor excusa para adelantarla, y celebrar un premio tan justo.)
Tres poemas de Mayte Gómez Molina en Los trabajos sin Hércules (Hiperión, 2022):
Mayte Gómez Molina (Madrid por accidente, Granada por sangre, 1993), en sus palabras:
«Hola, me llamo Mayte. Me gusta escribir, pero sobre todo me gusta leer. Ahora mismo estoy leyendo Los errantes de Olga Tokarczuk y estoy entusiasmada. Me parece un libro magnífico. Qué mujer tan inteligente. También me gusta mucho Rachel Cusk. Aunque la causante de este pequeño experimento de Los trabajos sin Hércules es Sharon Olds, que me parece un animal salvaje. Bajaba en un autobús de Madrid a Granada leyendo ese libro, encerrada en el movimiento, totalmente atravesada. Hasta entonces había pensado, ingenua, que la poesía tenía que ver más con las caricias que con las bofetadas, y esta mujer en sus libros ofrece algo intermedio que me fascina, y a lo que aspiro, aunque veo muy difícil llegar.
No sé de poesía a nivel académico ni profesional, así que se me hace raro hablar de mi “poesía”. Intento entender lo que hago pensando que para mí estos pequeños intentos de resumir cosas inexplicables tienen una función excretora, como si fuesen un apéndice que me ayuda a eliminar cosas que de permanecer conmigo me harían daño. Cuando expulso estas piedras, el cuerpo me duele. Después, siento un gran alivio. Y luego las tiro contra la ventana de la gente (¡oye, esto está pasando!) a ver si alguien también tiene estas piedras y quiere compartirlas conmigo. En el fondo creo que compartir el dolor con los demás tiene una parte egoísta, y otra de regalarse. No sé si es justo, aunque intento que lo sea.
Escribí este libro mientras me rechazaban de más de doscientos trabajos. Al final conseguí trabajar, pero lejos, en Alemania. Así que ahora tengo el problema laboral más o menos resuelto, pero se me han abierto los problemas de la distancia, el afecto, y la inutilidad de la vida cuando estás en un lugar en el que nadie te conoce, aunque en esta soledad también estoy pensando mucho en la libertad de no ser reconocida, y en la memoria del cuerpo. Así que ando excretando nuevos poemas.
Como no sé recitar, mi sueño para el poemario sería que fuese recitado por gente que habría ido a buscar a la cola del paro. Y mi sueño por encima de ese es que la cola del paro desaparezca, y que nadie lea estos poemas ni se sienta identificado con ellos. Que este libro no exista.
Muchas gracias por leerme. Y gracias a Elena.»
🔎 Puedes conseguir un ejemplar de Los trabajos sin Hércules en la web de las librerías independientes. Mayte Gómez Molina tiene perfiles en Instagram y Vimeo, además de una página web. En Zenda puedes leer algunos poemas más.
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🔈 Este jueves 5, a las 20h, una breve lectura de Las maravillas en Bratislava, dentro del festival Novotvar. El martes 10, a las 19h, presentaré en la madrileña librería Pérgamo (General Oraá, 24) la antología de los poemas de Emilia Pardo Bazán que he preparado para La Bella Varsovia, Las frases frágiles, acompañada por la poeta y traductora María Martínez Bautista. Y el domingo 15 conversaré con Veronica Raimo, moderadas por Silvia Semenzin, en el Festival de Literatura Italiana de Barcelona (Biblioteca Jaume Fuster; Pl. de Lesseps, 2)
💌 Mientras envío la próxima carta, te deseo mucha salud, alegría y tiempo para leer buenos libros.